Ellos me enseñan…
Ellos me enseñan…
…que lo que enseñan no es el único aprendizaje,
que el amar es igual a tener,
que el tener no es igual a ser feliz,
que la felicidad es la capacidad de sentir plena y conscientemente.
La verdadera belleza,
la pura y única belleza,
esa que muchos anhelamos y necios rehusamos, porque los pliegues que se forman en nuestros ojos solo son señales de haber vivido.
La belleza pura es la que habla de lágrimas y surcos en la piel,
la que golpea el alma y desgasta el corazón pero deja un poso de reflexión y evolución, la que se llama Experiencia, más conocida por Tiempo.
Tiempo que enseña, Tiempo que da tiempo para que descubras la verdadera belleza y llores de emoción por haberla contemplado de cerca.
Soñamos que nos amen a pesar del tiempo,
del deterioro y más allá, en lo bueno y lo malo.
Soñamos con rosas rojas, dulces y poesía,
juramos y perjuramos, celebramos y regalamos, demandamos a la vez que solo intentamos, pero no lo ejecutamos. Es la consecuencia de un ego torpe que ciega al que está despierto en una realidad al óleo.
En realidad queremos arrugarnos y haber vivido un final feliz,
un final triste y en otros momentos un continuará.
Queremos vivir un sinfín de finales y comienzos,
pero nos aferramos a ese presente bidimensional.
Creemos saber lo que queremos pero solo sucede esto cuando lo tenemos que sentir de manera plena y consciente, como ellos me enseñaron.
Ellos me enseñaron lo más valioso,
y lo valioso también fue saber verlo.
Porque en efecto, el enseñar no fue el único aprendizaje,
sino el no ser una ciega necia de alcance bidimensional.
Sentir de manera plena y consciente que el amor y el tiempo,
no entienden ni atienden a ninguna regla y la única prohibición que tienen es que no hay nada prohibido,
que el arrugarse es sinónimo de vida.
El mundo nos vende una teoría equivocada y cuestionarnos esa teoría nos hará libres.